Hay varios efectos y leyes cuya remembranza es recurrente en determinadas ocasiones en el mundo de la tecnología. Se habla de la ley de Moore, bastante conocida, del efecto Streisand y también del efecto Osborne.
Parece referirse al mundo de la tecnología de la información por el continuo y feroz avance de los últimos años. Este fenómeno convierte en obsoleta cualquier tecnología desde el mismo día de su publicación o lanzamiento. Pero también es aplicable a cualquier producto que conlleve tecnologías avanzadas como puede ser el automóvil.
Este concepto hace referencia al efecto en las áreas de marketing y comercial que provoca un anuncio demasiado prematuro sobre el futuro lanzamiento de un nuevo producto que puede conllevar una disminución de ventas en el corto plazo de los modelos actuales.
En el momento en el que un potencial consumidor conoce que, en un futuro próximo, se va a lanzar una versión mejorada de un producto actual en el que está interesado preferirá esperar. Un nuevo producto mejorado en el mercado será mas apetecible y pospondrá su decisión de compra .
Se aplica al ámbito tecnológico porque, como comenté más arriba, es un área donde estas circunstancias pueden producirse con más intensidad y rapidez. También lo podemos ver aplicado a mercados como el del automóvil provocando parones importantes en las ventas. No hace mucho lo leía a un gran empresario relacionado con el sector del auxiliar del automóvil.
El nombre del efecto está lejos de estar relacionado de manera al guna con la industria del vino o la alimentación. Tiene relación con la Osborne Computer Corporation, empresa californiana que comercializó con gran éxito un primer ordenador portátil de unos 11 kg de peso. Su fundador se vino arriba con gran antelación hablando de las bondades de la siguiente generación de aparatos. Pueden suponer las consecuencias. La compañía acabó en bancarrota después de una aparatosa contracción del mercado consecuencia del anuncio dando lugar al nacimiento de esta expresión.
Y viene al caso ahora ligado al parón que se está experimentado en muchos proyectos de tecnología ante el anuncio, sin concreción, de las ayudas europeas a los proyectos de transformación. Se han creado tantas esperanzas relacionadas con estos fondos en cantidad, calidad y destino que gran parte de los proyectos cuyo desafío se desarrolló a partir del anuncio de los mismos están durmiendo un apacible sueño. Un sueño que puede durar el tiempo que tarden en resolverse todos los vericuetos jurídico políticos de los que el continente europeo gusta tanto.
En un artículo anterior hablaba acerca de la necesidad de llevar adelante proyectos de transformación más allá de la disponibilidad o no de ayudas para desarrollarlos.
Si pueden esperar tanto tiempo para llevarlos adelante igual no son tan necesarios ni tan urgentes. Además, comienzo a pensar seriamente en renunciar a seguir ha blando de transformación digital.
Esta en la cabecera de la sección, sí. Pero ya está muy unido el término. Ya no es algo nuevo que viene, ya no podemos seguir hablando de prepararnos para un futuro porque ya está aquí. Desde hace un tiempo y acelerado sobremanera por las condiciones excepcionales en las que vivimos, estamos dentro de la ola. Salir con bien de esta situación va más de estar haciendo cosas ya que de planificar el futuro. La estrategia en la que deben enmarcarse los cambios de las organizaciones, las personas y la implantación de tecnologías o se diseñó hace tiempo o se está improvisando pero ya no hay vuelta atrás.
Esperar los fondos para acometer los proyectos puede ser un último error a cometer. Ya sabemos lo complicado que es que las promesas políticas grandilocuentes se terminen convirtiendo en realidades.