FONDOS PARA LA TRANSFORMACIÓN | STRATESYS EN ‘ANDALUCÍA ECONÓMICA’

Lo intenté pero no he podido. Sustraerse a esta ola de conversaciones acerca de los fondos europeos en ciernes y su necesidad para digitalizarse y hacer frente a los nuevos tiempos es complicado. Una pandemia de alcance planetario, la amenaza de perturbaciones en el clima del planeta sobre las que nuestra conducta podría tener notable influencia y unos objetivos de desarrollo sostenible han obrado el milagro.

Con este escenario de fondo, nos hemos lanzado a concebir iniciativas a acometer en el caso de resultar afortunados en el sorteo. Entre las líneas directrices del plan está la de una España Digital. Entre las políticas tractoras para esta España Digital emergen aquellas que hablan de una administración del sXXI y de la modernización y digitalización del ecosistema de nuestras empresas.

Hace unos días, atendía una exposición acerca de la digitalización, transformación y demás zarandajas. Se hacía especial hincapié en la dificultad de llevar a cabo planes en este ámbito en organizaciones donde quienes deben decidir sobre las iniciativas a poner en marcha están lejos de entender la necesidad y las consecuencias del uso intensivo de tecnologías de la información.

Con estas dos ideas en mente, parece que la transformación digital es el nuevo becerro de oro al que abrazarse para desplegar iniciativas. Especialmente donde había poco avance en esta materia. ¿En qué hemos cambiado en tan poco tiempo?

El caso de la empresa privada es sangrante por puro darwinismo. Las empresas siempre han competido con tecnología. Sin aplicar tecnologías, la adaptación al medio se hará cada vez más difícil y se producirá una selección natural que este despliegue de fondos públicos sólo conseguirá ralentizar. Esto en sectores no excesivamente regulados, donde la administración pueda hacer poco por parar el proceso y ayudar a los actores a repensarse usando el dinero de todos.

El caso del sector público es distinto por cuanto no le afecta la competencia. Es el ejemplo más claro de todos en cuanto a que el problema es de voluntad. Creo que pueden encontrarse pocos organismos más sofisticados en la aplicación de nuevas tecnologías para perseguir sus objetivos que las haciendas públicas. Claro ejemplo de que, con las dosis adecuadas de voluntad, no hay obstáculos. Cuando se trata de recaudar y de gestionar los recursos así

obtenidos, los recursos que se ponen a disposición del avance tecnológico en la organización son muchos en financiación y en capacidades profesionales.

A muchos nos gustaría que esa misma diligencia que se pone en servir a la sociedad para facilitar la gestión de la imposición se pusiera en otros tantos servicios públicos esenciales para el funcionamiento de un estado moderno. Justicia, salud, educación, seguridad, defensa y otros tantos servicios también debería ser eficientes prestando servicios a la sociedad. Saben hacerlo cuando hay voluntad.  En el sector privado cabe exigirnos voluntad en la misma medida que deberíamos exigir a nuestros gobernantes. Nuestra supervivencia no puede depender del riego de dineros públicos a discreción. El mecanismo de la subvención es realmente diabólico, adormece los sentidos.

Me congratula la fiebre transformadora desatada desde el anuncio de la llegada de ingentes cantidades desde la Unión Europea. El dinero para la reconstrucción se viste de oropeles para que su uso no sea visto como el mantenimiento del status quo mediante subvenciones. Es injusto generalizar, claro que hay ejemplos de voluntad transformadora en muchos sectores. Quizás mi muestra sea pequeña y sesgada, pero tengo la sensación de que muchos esperan el dinero para acometer lo que han pospuesto sine die durante algunos años. Espero y deseo equivocarme.

Parafraseando a Super Ratón: no olviden transformarse y superdigitalizarse.

Publicado por

Francisco Cantón - Director Asociado de Stratesys