El Big Data se ha convertido en uno de los grandes aliados en la estrategia digital. Las empresas turísticas no son ajenas a esta tendencia y, de hecho, el 83% contempla la implantación de esta tecnología como una inversión clave para optimizar sus sistemas de gestión, según el Informe ‘La digitalización de la economía’ del Consejo Económico y Social de España.
Pero, más allá de tomar conciencia sobre la importancia del Big Data, el Sector Turístico nacional no siempre es capaz de sacarle el máximo partido a las posibilidades que ofrece la ingeniería de datos y su posterior aplicación en la toma de decisiones.
El Big Data permite a las empresas conocer cuáles son las fortalezas y debilidades de la marca
Uno de los puntos en los que más carencias se producen es la personalización de los productos y servicios. Las empresas turísticas deben ofrecer experiencias deferenciales y adaptadas a cada cliente. Y, en este aspecto, la información extraída del Big Data es de gran ayuda para conocer las necesidades y gustos de los usuarios.
Y es aquí donde entra en juego otro punto importante para estas organizaciones: el análisis del sentimiento de sus usuarios en redes sociales. Si bien las empresas están presentes en este canal y monitorizan sus acciones de una forma correcta, les falta camino por recorrer en lo relativo a cuantificar e interpretar cómo los clientes valoran su imagen y su actividad.
A nivel interno, el Big Data permite a las empresas conocer cuáles son las fortalezas y debilidades de la marca y, a partir de ahí, adaptar nuestra política de comunicación. También es la base del machine learning, algoritmos de predicción que posibilitan ir un paso por delante en la definición de las mejores decisiones estratégicas para la organización.
En definitiva, las compañías turísticas deben poner el foco en sacar el máximo partido a estas herramientas. Una adecuada captación e interpretación de los datos, y su correcta aplicación a la inteligencia de mercado favorece el diseño y ejecución de un buen plan de negocio; una mayor diferenciación y personalización en la oferta y en la relación con el cliente y, por ende, aumenta la competitividad.
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